viernes, enero 12, 2007

Las cajas y las cacerolas

Primero que nada... ¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!!
Segundo que nada, una disculpar por tener tan abandonado el changarro. Estoy a punto de regresar a las andada jejeje, mientras tanto les dejo este escrito recuperado del cajón de los recuerdos

* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *

Photobucket - Video and Image Hosting


Me tocó la fortuna y desfortuna de ser hija única. Tuve una infancia rodeada de amor, atención, "consentimientos" y sobreprotección, sin embargo fui una niña muy introvertida... "huraña" decía mi papá (qepd)... Este mal se curó hasta muy cerca de los 20 años.

Pasaditos los 30 estoy quitándole la pausa a esas cosas que siempre quise hacer y no me dejaban o simplemente no me atrevía... inclusive a tener esos juguetes que quise y nunca tuve... Padezco de una deliciosa adolescencia tardía.

Tengo muchos recuerdos grabados pero hay uno en especial y es lo suficientemente nítido para seguir teniéndolo como referencia: Yo tendría, quizás, 5 ó 6 años cuando vi a ¡¡Chabelo tocando una batería para niños!!

Fue instantáneo imaginarme en el lugar de Chabelo, frente a los tambores y los platillos... cuando pedí que me compraran una batería para niños la respuesta fue un rotundo "No, es demasiado ruidosa y los vecinos van a quejarse". Insistí algunas veces más a lo largo de los años, pero la respuesta siempre fue NO.

Así a los 7 años, la solución más viable que encontré fue pedirle a mi mamá que me inscribiera a la banda de guerra de la primaria. ¡Vientos! Mi tambor, mis baquetas, mi uniforme blanco, la boina y los galones me acompañaron todos los lunes de 1ero a 3ero de primaria... Había ensayo 2 veces por semana; todo iba bien hasta que un día desobedecí(?) al viejito cascarrabias que nos daba la clase. El me regañó y como castigo arrancó de un jalón los galones de mi suéter y yo, chiquita pero muy digna como protesta (creo) nunca volví a la banda de guerra...


Mi siguiente acercamiento a las percusiones fue una navidad en la que con un par de cajas de esferas vacías y unas cacerolas, armé mi batería... pero a mis 10 años sentí que no era muy buena idea, ya era una niña grande y seguramente me veía ridícula, asi que no volví a hacerlo.

Llevar el ritmo con el pie y golpear con lápices y plumas sobre cualquier superficie se hizo habitual en mí. Hasta los 29 años "con el sudor de mi frente y mi dinero" pude comprarme unos "Pads" o caja de percusión, la cual conectada al stereo de mi casa no sonaba tan mal... pero aún así, esa comezón por tocar una batería verdadera, no disminuía.

Unos meses después, de cumpleaños recibí el apoyo monetario para poder comprarme una batería de verdad.

Lo que yo no sabía es lo que esto desencadenaría: una urticaria de rock and roll, una viruela de diversión, una picazón por más...

A tal grado llegué que me integré con una bonita banda de Rock Pop Inofensivo donde por supuesto ¡¡Soy la baterista!!!

seguramente esta historia Continuará . . .

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué lindo relato. Ahora quiero ver fotos tuyas de cuando eras chiquita y poderte imaginar con mayor claridad viendo a Chabelo. :P Me encantó la claridad y soltura tierna de este texto.

Voy a estar leyéndote con regularidad así que no dejes de escribir por acá.